El acto inaugural estuvo a cargo de la presidenta de Malta, Marie-Louise Coleiro Preca, y el presidente de Fundación MAPFRE, Antonio Huertas
Fundación MAPFRE, en colaboración con la Oficina de la Presidencia de Malta y la Fondazzjoni Patrimonju Malti, inauguró el pasado viernes, 6 de abril, en La Valeta (Malta) la exposición Picasso y Miró, The Flesh and the Spirit, una muestra que reúne por primera vez de forma internacional 144 piezas de estos dos grandes artistas del siglo XX.
La exposición, que pretende fomentar el prestigio de La Valeta como capital europea de la cultura del año 2018, se inscribe en el evento cultural “Picasso-Mediterranean”, liderado por el Musée national Picasso-París. Una iniciativa para la que se han reunido cerca de sesenta instituciones del mundo de la cultura de toda Europa, entre las que destacan el Museu Picasso de Barcelona, el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía, la Fondation Van Gogh de Arlés, Los Museos de Marsella, La Opéra de París, El Museo Capodimonte di Napoli, La Galleria Nazionale d’Arte Contemporanea de Roma o la Fondazione Musei Civici di Venezia con el objetivo de homenajear la figura del artista malagueño, explorando sus creaciones y los lugares que le inspiraron, ofreciendo una experiencia cultural original y fortaleciendo los lazos entre todos los lados del Mediterráneo.
Si Pablo Picasso (1881-1973) fundó el cubismo, precursor del resto de los movimientos de vanguardias, Joan Miró (1893-1983) participó en el desarrollo del surrealismo como uno de sus más importantes protagonistas. Pero más allá de todas las grandes corrientes y movimientos, los dos supieron configurar un universo propio que los individualiza dentro de la Historia del Arte y los ubica en el epicentro de las vanguardias como sujetos independientes. Y es dentro de esta independencia y singularidad donde se convierten en referencia para otros artistas y en protagonistas de la renovación del arte: Picasso a través de la línea y del dibujo y Miró con el uso del color y su intensidad.
Estos dos aspectos son los que más destacan en las obras que hemos elegido para este encuentro. En las estampas de la Suite Vollard, Picasso no utiliza color. Los contrastes entre el negro y el blanco le permiten consolidar su retorno a un dibujo más clásico y a un mundo más reflexivo. Por otra parte, la colección de pinturas de Miró, hacen ver el entusiasmo que sentía por el color.
La primera parte del recorrido reúne los 100 grabados que constituyen la Suite Vollard, realizadas por Pablo Picasso entre el 13 de septiembre de 1930 y marzo de 1937 por encargo del marchante de arte y editor Ambroise Vollard.
La serie completa incluye tres Retratos de Vollard, cinco planchas referidas a La batalla del amor, cuarenta y seis planchas en torno a El taller del escultor, que conforman el verdadero núcleo de la serie, cuatro planchas sobre Rembrandt, quince planchas sobre El minotauro y El minotauro ciego y veintisiete composiciones de miscelánea.
La complicada historia del origen de la obra, su variedad temática y diversidad técnica, en la que se reúnen los estilos de elaboración más variados (buril, aguafuerte, aguatinta, aguada y punta seca e incluso combinada) provocaron su dispersión, por lo que actualmente son escasas las colecciones completas que se conocen. Adquirida por la Fundación en 2007, constituye uno de los testimonios histórico-artísticos más importantes de la primera mitad del siglo XX.
El recorrido continua con una selección de cuarenta y cuatro pinturas de Joan Miró, centradas en su producción de los años 1960 y 1970, que no sólo muestran al Miró más maduro y en plena posesión de todos los recursos de su oficio sino que, y sobre todo, hace ver su pasión por el color como elemento expresivo y como verdadero sustento y materia de la pintura.
A partir de los años sesenta, Miró comenzó a depurar los motivos de sus trabajos hasta dejar la obra casi desnuda, como puede observarse en las obras que simulan el vuelo de un pájaro o en las numerosas cabezas que se presentan en la exposición. Criaturas extrañas, a veces traviesas, otras líricas se adivinan atributos humanos. Cabezas solitarias que surgen del lienzo y que miran inquisitivamente, produciendo en el espectador una sensación de miedo mezclado con el humor que trasluce toda su obra.
En la última parte de la muestra, se recoge una serie de piezas que se entienden mejor si se recuerda la célebre frase según la cual el artista quería «asesinar la pintura». Este asesinato tiene un doble sentido. Por un lado, los materiales de deshecho, las tablillas, las resinas y los pegotes de pintura se convierten en protagonistas. Por otro, interviene sobre obras de pintores desconocidos: compra obras encontradas en mercados populares sobre las que pinta, con un resultado que es una mezcla de ambos artistas.